lunes, 26 de marzo de 2012

Reflexiones de la abuela: El lugar del que partí.



 


Al llegar a La Coruña cogimos un taxi, y un camión llevaba los baúles y las maletas de varios. Llegamos !por fin Muradás! Nos bajamos y había mucha gente esperándonos, me imagino que el pueblo, todo eran abrazos, risas, mis primas me abrazaban, y señoras, no entendía que era todo eso. Yo no veía nada, había alguna que otra luz mortecina, y no te dabas cuenta en donde estabas. Empezamos a caminar, camino abajo: todo eran piedras y caminos estrechos. Mis padres estaban felices; yo no sabía que pensar. ¿Eso era España? No había ni edificios, ni casas grandes enrejadas ... Mis tíos cogieron el camino de la izquierda y nosotros el de la derecha. Pasamos por la casa en donde nací, y mis padres no paraban de decirme que allí había nacido, que esa era la taberna. ¡Dios! Que oscuro estaba! A pocos metros estaba la casa que ellos habían hecho, y que había quedado cerrada tras emigrar. Íbamos a dormir en casa de mi tía Amalia, donde había nacido mi madre, pues al día siguiente llegarían a nuestra casa los colchones.. etc.
Me acostaron en una habitación sola. Me meto en cama y me hundo. ¡Dios pero que es esto! Y hacía un ruido al moverte extraño; yo estaba impactada. Llegó mamá y me explicó que el colchón era de hojas de maíz. ¿Qué? ¡Por eso hacía tanto ruído!¡Era la habitación de la abuela!
Le pregunté a mama: ¿aquí murió?. Me respondió: Sí, pero ella te cuida. Yo no la conocí así que me daba igual, no podía dormir, era demasiado silencio, así que me meneaba un poco en el colchón ruidoso. Me quedé dormida.
Al día siguiente salté por el ruido. Me quedé incorporada en la cama, y no sabía donde estaba. Entraton las gallinas con sus pollitos al lado de mi cama, y detrás mi tía gritando churras churras churras.






Mamá llegó y me levantó para desayunar: un tazon de leche con pan. La verdad, me supo rico. Mi padre estaba recibiendo la mercancía para amueblar la casa. Había un corral grande y alrededor había otras cuatro casas. En la nuestra, la cocina estaba en la entrada, a la que se accedía por un portón. Para subir a la casa había unas escaleras de madera y al llegar a la entrada tenías que bajar la cabeza: entrabas agachado.
Subí y a la derecha estaba la cocina. Había una gran lareira, encima de la ventana el fregadero, que tenías que carrear agua en un balde de la fuente para beber, lavar los trastos y hacer comida.
A la derecha había un salón con un balcón. A la izquierda mi habitación, que daba a la casa de unos vecinos y al sitio para el ganado. En frente, estaba la fuente del agua, que teníamos que traer de allí. Veías el camino y un monte lleno de árboles que bajaba hasta el final del pueblo. Pronto conocí a todos los vecinos.
Tenía una vista bonita; se veían todos los campos y el monte Marcofán, y las minas, y había un sol hermoso perfilado en el cielo azul. Llegó la hora de la comida ¡a la una!. Yo ni ganas, pero ahí se comía a esa hora. Comimos en casa de la tía. No recuerdo que hizo, solo recuerdo el pan y el queso que comí. Después le llevaron la comida a los cerdos. ¡Que porquería! ¡Tenían mierda por todos lados!¡Y andaban encima de ella!. Yo pensé: por eso les dicen puercos.
Por la tarde ya tenía ganas de ver a mis primos. Nos juntamos, yo a contarle a Lucinda mis experiencias como su fueran del otro mundo, y ella como siempre se reía y se adaptaba. Dimos un recorrido, y estaba el zapatero, el herrero, el sastre, y gente llevando y trayendo vacas, ovejas, burros, para mi era un zoológico. Eso sí, todos nos conocían. A mi me decían: Susiña como has cambiado. ¡Tan traste como eras!. Y otras: Eu dinche de mamar ai miña filla. Pienso que no hubo una tía que me amamantara, luego todas eran tías. (Más tarde, ya de joven, leí una novela de Corín Tellado y me imaginé el pueblo. Me reía mucho con esas novelas. Dejé de leerlas porque siempre eran las mismas tramas, ya las adivinaba, pero al principio me sentía la protagonista.)



Lo malo, pero realmente fatal, fue cuando quise hacer pis. !En una bacinica! Me costó horrible. Recorrí toda la casa en busca de un baño ¡Y no había!. Me dice mi madre: mira, aquí se hace en el monte. Yo le decía: pero yo quiero un baño. Y ella: No se puede, ya te acostumbrarás. ¿No fue patético? Yo que siempre fui muy especial, no me hizo gracia. Llegó el momento que no quería que llegara, pero en el cuerpo no se manda. Quería ir al baño y me llevó mi madre a la corte, y mi tía me decía que era lo mas normal. Me meten a la corte y yo no podía. Mi madre desde afuera: ¿ya terminaste? Y yo: ¿como quieres si la vaca me esta mirando? Y la verdad la vaca rumiendo o comiendo su hierba y mirándome. Entró mi madre y la volteó. Le puso el rabo hacia donde yo estaba. "Bueno, a ver si así puedes". Pues me trato de agachar en posición y en eso la vaca se caga por poco encima de mi. NO NO NO Y NO. Terminé con cucharadas de aciete de recino. No puedo olvidar eso, fue lo peor de mi vida. Después de ese incidente me sentí tan mal que todo el tiempo allí fue malestar. Pero después ya vi a mis primos y empezamos a recorrer el pueblo y empezamos a recorrer el pueblo. Estaba el zapatero, el ferreiro, o sastre, o albañil, o taberneiro, y nos topábamos con gente llevando vacas, becerros, ovejas, bueno toda una faena y todos nos platicaban. Después las chicas venían a buscarnos e íbamos a jugar, pero solo los domingos pues entre semana trabajaban en el campo. Así que decidieron meternos al colegio.


Recorriendo el pueblo, como dije, lo pasábamos bien. Cada señora que encontraba, no faltaba que me dijeran lo que había cambiado, delgada o educada. (Dios, como sería para que me recordaran así?) Un buen día llegó mi prima y me dijo que había muerto su abuelo. (El padre de su madre) y ahí me voy con ella. Estaba la casa llena de gente, y nosotros fuimos a ver el difunto. Nunca habíamos visto ninguno. Salimos y nos empezamos a reír. 
Me pregunta: ¿tu le notaste algo?
- No, yo lo veo igual.
-¿Entonces en donde se notará que murió?
- No seas tonta, creo que se quedan tiesos como palos
- Pues yo vi cuando lo vistieron y no estaba tieso
- Pero mira, ya viejo se le paro el corazón y te mueres eso es todo.
Después el entierro. Fue un día de ver mucha gente, y pues no nos afectó, sabíamos de la muerte como todos, pero, al no haber convivencia.. Es una experiencia que nunca habías vivido, y en casa poco hablaban los padres de eso, te emociona, y te das cuenta de lo que es la vida, vivir, morir. Después de esa temporada iba con mis primas al monte con las vacas, recoger hierba, ir a la huerta, darle de comer a los cerdos, recoger las patatas, etc. ect.
Para mi fue una experiencia que me fortaleció físicamente, desde entonces para mi el campo, el río, todo el entorno natural fue lo mas preciado. Descubrir lo que la tierra te da. La belleza de sus colores, del cielo aún el día lluvioso, el molino, la manera de funcionar y ver la harina del maíz, del trigo, todas las actividades del campo. Eso sí es un trabajo, matador y a la vez sano, y en mi tierra donde la tierra no es fértil, como en muchos otros países, sufrían mucho. Las cosechas eran para alimentarse ellos, pues no daba para más. Pero aún así la queremos, es misteriosa, el aire es fuerte, es enigmática, llena de valores, silenciosa, triste, húmeda, pero da vida, una vida intensa, carismática, eso fue lo que sentí desde la primera vez que la conocí.

Eso si es un trabajo matador y a la vez sano, y en mi tierra donde la tierra no es fertil, como en muchos otros países, sufrían mucho las cosechas eran para alimentarse ellos, pues no daba para más, pero aún así la queremos. Es misteriosa, el aire es fuerte, es enigmática, llena de valores, silenciosa, triste, húmeda pero da vida, una vida intensa, carismática, eso fue lo que sentí desde que la conocí.

1 comentario:

  1. ¡Me ha encantado! Había de ser un choque tremendo.
    ¡Lo que han cambiado la cosa! Antes, venías para aquí y viajabas en el tiempo, para atrás. Ahora es al revés.

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