lunes, 4 de abril de 2011

El futuro que vivimos

Estaba acostada en su cama, mirando el techo. La lámpara de la mesilla de noche proyectaba un juego de luces y sombras entre las manchas de humedad. Mel hacía formas con la mano, que reflejadas en el techo, cobraban vida. - ¿Cómo crees que será nuestra vida dentro de cuarenta años? Su hermana mayor levantó la vista del libro que leía y lo cerró de golpe. - Yo voy a tener muchos hijos. Doce, o quizá trece. Mel dibujó con sus manos la sombra de una mariposa. - Yo voy a ser como una mariposa. Voy a salir de mi capullo y voy a volar, agitando mis alas de colores. Su hermana estiró el brazo y apagó la luz. - Ya duérmete. Mañana es tu cumpleaños. Cerró los ojos. Y se imaginó a ella misma en un enorme barco de vela, surcando las olas de un mar tropical. Se imaginó nadando entre peces de colores, entre ballenas y delfines. Iba a ser una exploradora marina, una aventurera que se adentraría en las profundidades del océano. Imaginó ese mundo submarino, en el que la luz de la superficie se filtraba a través del agua e iluminaba tenuemente un banco de peces jugueteando entre el coral. Era todo tan tranquilo, tan silencioso. Ella flotaba, se dejaba llevar por los corrientes. Y de pronto, escuchó una voz: Ven, ven conmigo. Mel giró la cabeza. Un grupo de peces nado en dirección contraria y no le permitió ver quien le estaba hablando: ¿Mamá, estas ahí? Quizá fuera algún niño perdido, algún hijo de pescadores que se hubiera caído al mar. Pero todo se estaba volviendo demasiado oscuro y ella no lo encontraba.¿Mamá, donde estás? Mamá, tengo miedo, todo está demasiado oscuro.Cada vez su voz se hacía mas fuerte. Cada vez retumbaba con mas fuerza, cada sonido hacía que sus oídos vibraran. Mamá, tengo miedo, tengo miedo. Mel quería gritar que no lo veía, quería llamarlo, decirle que estuviera tranquilo, que ella estaba allí, buscándola. Pero la boca se le llenaba de agua y no desprendía ningún sonido. Las aguas empezaron a revolverse, y las corrientes la empujaban de un lado a otro. Mamá donde estás donde estás. De pronto sintió que no podía respirar, que se estaba ahogando. El agua se le metía por las fosas nasales y por la garganta. Tenía que subir a la superficie, pero no podía, las corrientes no le dejaban. Entonces, sintió que una mano la agarraba por la cintura. Alguien la estaba sacando del agua. Sintió la caricia de la brisa, y el aire llenó sus pulmones. Estaba de nuevo en el barco. Pero no en el suyo. Era un barco pequeño que se mecía con violencia. Ella intentó decir que había un niño en el agua, pero no conseguía articular palabra. En el barco había un niño y una niña. La niña era morena y tenía el pelo castaño, recogido en una coleta. Se acercó a ella y la miró enfadada. - Mamá, ¿que haces aquí? Estoy en mis clases de vela. En fin, ahora nos tenemos que ir a casa, está prohibido llevar a mamás en el barco. De pronto un bebé salió del agua. Saltó, como si fuera un delfín. Pronto se dió cuenta de que tenía alas de mariposa y se elevaba hacia el cielo. Mel intentó agarrarlo pero estaba demasiado algo. La niña la miró de nuevo y le dijo: - Nosotros también queremos volar mamá. Ya somos mayores. Y de pronto la niña también tenía alas y se elevaba hacia el cielo. Mel no entendía lo que pasaba. El barco comenzaba a moverse con fuerza, de un lado hacia a otro y ella estaba mareada, muy mareada. El sol pegaba cada vez con mas intensidad y la cegaba, mientras todo se movía mas rápido, mas rápido, de un lado, de otro, rápido... - Feliz cumpleañoooooooooooooos. Mel abrió los ojos. Sus dos hermanas estaban sentadas sobre la cama, mirándola con una sonrisa. La pequeña tiraba de las mantas de la cama y decía cosas que solo ella entendía. La mayor le estiró los mofletes y las orejas. Mel se desperezó. Estiró los brazos y se frotó los ojos. - Tuve un sueño horrible, horrendo. Estaba en un barco y derrepen... Su hermana mayor le interrumpió: - No cuentes eso delante de Gela que ya sabes que le da miedo. Su hermana pequeña levantó la vista y la miró con los ojos muy abiertos. Sin previo aviso, comenzó a llorar. - ¿Ves? Ya la asustaste. - ¿Yo? Yo no le dije nada, fuiste tú. - Y ahora que hacemos para que se calle. - Ai nosotras vamos a desayunar, ya parará. Mel se levantó de la cama y acompañada de su hermana mayor, se dirigió a la cocina. La pequeña les seguía intentando llevar su ritmo. Su padre estaba de espaldas haciendo algo en la repisa. Cuando se giró, Mel vió que llevaba una bandeja con un sabroso desayuno. - Feliz cumpleaños - le dijo. Con la boca llena de una mezcla de huevo, bacon y sandía, Mel empezó a repasar la lista de amigas invitadas a su fiesta de cumpleaños. Su mamá había preparado un pastel riquísimo y habían comprado una piñata de princesa. ¿Que regalos le traerían? Sus hermanas se iban a morir de envidia. Después de desayunar, fue al baño a ducharse. Abrió la regadera y esperó a que se pusiera caliente. Mientras, se observó en el espejo e intentó desenredarse el pelo con un peine. Dió un tirón demasiado brusco y se le cayó al suelo. Se agachó a recogerlo y se miró de nuevo al espejo. Pero la imagen que el espejo le devolvía no era ella misma. Era otra persona. La niña del barco. Llevaba el pelo alisado y parecía enfadada. Se pasaba las manos por el pelo y se lo cambiaba constantemente de lado. - Mamá este champú me dejó un pelo horrible. Es que es horrible, yo así no voy a ningún lado. Te lo dije. Pues ahora me llevas a la peluquería. Mel se quedó inmóvil. Se frotó los ojos, pero la niña seguía al otro lado del espejo, mirándola fijamente. El corazón le latía con tanta fuerza que parecía que se le iba a salir del pecho. - ¿Oíste? Mamá, hazme caso, ahora quiero ir a la peluquería. Mamaaaaaaaaaaaa. Mel abrió la boca para decir algo, pero no sabía qué. Las piernas le temblaban. La niña soltó un bufido, se echó el pelo para atrás, y dijo: -Pues me voy yo sola. Y su imagen desapareció del espejo. Mel supuso que estaba tan nerviosa la fiesta y los regalos que se imaginaba situaciones irreales. Se metió a bañar y pensó en otra cosa. Al salir de la ducha, agarró una toalla y se dirigió a su cuarto. Cerró la puerta y abrió el armario, pensando que podía ponerse. Estaba su falda azul y su camiseta rosa. Pero también podía ponerse el vestido que le había comprado el otro día su mama. Lo que mas le apetecía era ponerse cualquier cosa, pero su mamá la regañaría si no se vestía decente. Al final se decidió por el vestido. - ¿Aun te estás vistiendo? Apura. Que pesada era su mamá. Todavía quedaban mas de dos horas para la fiesta. - Ya voooooooy - gritó. Se alisó el vestido y buscó en el cajón de los calcetines un par que conjuntara. De pronto escuchó dos golpes en la puerta. - ¿Mel, me llamaste? - era su mamá hablando desde el otro lado de la puerta. - Si, te dije que ya voy, que no me apures. - Yo no te apuré. Acabo de levantarme. Pero ahora que lo dices, date prisa. Escuchó como sus pasos se alejaban. Si no la había llamado su mamá, ¿quien había sido?. Se dió la vuelta. Había un niño sentado en su cama. Llevaba un chandal azul y la miraba con ojos de reproche. - Mamá vamos a llegar tarde al partido. Apura. Mel intentó gritar pero no pudo. El niño la miraba esperando que hiciera algo. Pero ella se quedó muy quieta. Estaba claro que era una imaginación, nada más que eso. Se daría la vuelta, se pondría unos calcetines, y ese niño ya no estaría allí. Así que se puso los calcetines. Eligió unos amarillos que conjuntaban con el vestido. Comprobó que tenía las uñas demasiado largas. Ojalá su mamá no las viera. De pronto, escuchó un grito muy fuerte. - Laaaaaaaaaalo dejame. Mel se dió media vuelta alterada. Sobre el niño que estaba en su cama, se había abalanzado otro más mayor, y estaba encima de el pellizcándole. El niño del chandal, el más pequeño, gritaba e intentaba zafarse. Mel no sabía qué hacer. Era una imaginación, pero parecía tan real... Se acercó a la cama e intentó mover al niño mas grande. Lo agarró de la camiseta e intentó tirar de él. Pero no parecía inmutarse. ¿Que podía hacer? Miró de un lado a otro de la habitación. En la mesita de noche había un vaso de agua. Lo agarró y se lo vació encima al niño. Al instante, pararon de pelear. El chico mas mayor la miró extrañado. - Mamá, ¿por qué hiciste eso? El otro asomó la cabeza de detrás. - Sí mamá, hoy estas rarísima. Entonces se abrió la puerta de la habitación y apareció la niña de antes. - Sí mamá, y le debes veinte euros a la peluquera. Mel gritó. Y salió corriendo de la habitación. Corrió todo lo que pudo hasta llegar a la cocina. Allí estaba su mamá. -¿Hija, qué te pasa? De verdad, esque no viene al caso que te alteres tanto. Ven aquí que te voy a hacer una trenza antes de que lleguen tus amigas. Cuando sus amigas llegaron, Mel ya se había autoconvencido de que todo había sido una imaginación. Salió con sus amigas a la terraza y jugaron a saltar a la cuerda. Mientras le tocaba el turno a otras, ella se alejó un poco con su mejor amiga, la única a la que le contaba sus mayores secretos. - ¿Sabes? - le dijo- yo no voy a tener hijos. Son una molestia enorme. Es un rollo tener que estar soportando todo lo que hacen y sus problemas. Yo voy a ser libre y seré mas feliz. ¿No crees? Su amiga la miró fijamnte. No parecía muy interesada en las reflexiones filosóficas de Mel, asi que se limitó a asentir con la cabeza. Entonces, apareció su papá con una enorme piñata. Todas las niñas se emocionaron y se pusieron a su alrededor mientras su papá la colgaba. - Venga Mel, tu vas a ser la primera. - Le dijo una de sus amigas. Su papá agarró una bufanda y se la enrolló en la cabeza, tapándole los ojos. De pronto todo se volvió oscuro. Una niña dijo : - Vamos a darle vueltas. De pronto Mel sintió un montón de manos sobre ella, girándola. Todo estaba oscuro, y todo se movía, como en su sueño. Girando, girando, girando. Escuchó a las niñas cantar una canción, pero pronto sus voces fueron quedando demasiado lejos. Cada vez las escuchaba menos. Ella solo giraba, giraba. Y de pronto ya no estaba allí. Estaba en un sitio que no conocía. Era un pequeño salón. Había un grupo de gente. La habitación estaba iluminada por la tenue luz de una chimenea. Una hilera de luces parpadeantes bordeaba el techo. Había un pequeño árbol de navidad. Sentados en el sillón, estaban sentados los tres niños que habían estado antes en su habitación. Todos reían viendo un álbum de fotos que no alcanzaba a ver. Pero había mas gente. Otros dos niños y una niña acompañaban a los otros en sus carcajadas. En la mesa principal, había otros sirviendose bebidas. Todos parecían muy contentos. Unos brazos la abrazaron por la espalda. Mel no sabía quien era, pero no le importó. Se dejó llevar por el calor que le transmitían, dejó que la mecieran al lento compás de la música que salía de un extraño aparato. Uno de los niños señaló una foto y dijo: miraaaaad, miraaad. Todos se acercaron y comenzaron a reír. Una señora señaló la foto y dijo: - Nadie supo qué le pasaba. Empezó a dar vueltas como si estuviera poseída. Todos nos quedamos impactados. Todo el mundo río. Uno de los niños que se habían peleado levantó la vista y le dijo: - Mira mamá, mira esto. De pronto todos la miraban sonriendo. Ella se acercó y contempló la foto que todos estaban viendo. Era ella. Era ella hace tan sólo cinco minutos, en su fiesta de cumpleaños. El bate estaba en el suelo y ella tenía los brazos levantados y parecía dar vueltas. - Quién sabe en qué estarías pensando, ¿eh mamá? De pronto la invadió una extraña sensación de paz. Ya no tenía miedo ni estaba asustada. Era un sueño muy agradable, demasiado agradable. La música cambió. Pusieron una canción lenta, muy bonita pero que Mel no conocía. Los brazos que la abrazaban por la espalda le dieron lentamente la vuelta, incitandola a bailar, a dejarse llevar por la música. - Papá, no se pondrán a bailar ahora, no? - dijo alguien. Pero la voz le sonó a Mel muy lejana. Ella solo quería quedarse allí, en ese sitio, con esos brazos rodeando su cintura, escuchando esas risas, tan sólo eso. Y de pronto le quitaron la venda. Estaba de nuevo en la realidad, en su fiesta de cumpleaños. Todos la miraban. El bate estaba en el suelo. - ¿Que hacías? - comentó una amiga- parecía que estabas bailando. Su padre bajo la cámara de fotos y comenzó a reír. -¿Dónde tienes la cabeza? Después de la piñata, llegó la hora de comer la tarta. Su mamá apareció con ella desde la cocina. Era de chocolate y Mel se moría por comersela. Todas sus amigas comenzaron a cantar las mañanitas. La tarta tenía diez velas encendidas sobre ella. La pusieron frente a ella y todas la rodearon. La llama de las velas tintineaba dulcemente. Le recordó a una chimenea. Mel pensó en una mariposa. Agitando sus alas entre las hojas de los árboles. Pero no iba sola, muchas otras agitaban sus alas junto a ella. Juntas, sus colores se hacían mas bonitos. - Pide un deseo - le dijo su mamá. Mel cerró los ojos y sopló las velas. Ojalá se cumpliera. ESPERO QUE TUS DESEOS SE HAYAN CUMPLIDO. FELIZ CUMPLEAÑOS

6 comentarios:

  1. Pobre Mel, ya no sabe ni cual es su realidad. Feliz Cumpleaños!

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  2. ¡Qué bonito! Ésto está para ganar un premio. Casi me haces llorar, y ni es mi cumpleaños.

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  3. Antón te quiero demasiado.

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  4. Feliz feliz, en tu día, amiguita que El te bendiga, que reine la paz en tu vida en compañía de tus seres queridos. Te deseo de corazón que los anhelos se hagan realidad. Sé feliz, te lo mereces, por Ser como eres.
    Biquiños guapa, te quiere Naïf.

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  5. gracias Naïf!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! un beso y regálanos un escrito.

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  6. fantastico ya desde pequeña decias que querias ser mama lo has hecho muy bien tu lo deseabas y se cumplio ,un orgullo de lo que has logrado un beso

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