La bolita se despertó pensando en lo rápido que pasa el tiempo. ¿Puede que para algunos pase más rapido que para otros? ¿Puede variar su velocidad? Pensó en su anterior cumpleaños y en todo lo que había pasado desde entonces. ¿Cuantas cosas habían cambiado? ¿Cuantas cosas seguían igual? ¿Sirve de algo enmarcar los sucesos en una fecha determinada?
Algunas cosas ocurridas hacía tan solo una semana se le antojaban antiguas, difuminadas por la borrosa y salvaje niebla de la memoria, y otras, de hace años, parecían demasiado recientes.
¿En que podemos basarnos si no en el tiempo? Si el tiempo es una medida artificial y no representa valores reales; si lo tomamos como algo puramente teórico que por algún extraño motivo que escapa de nuestra concepción del universo, no funciona en realidad; ¿en que podemos basarnos para medir nuestra existencia?
Podemos contemplar nuestra existencia en los demás. Ellos son nuestra medida. Nuestras vivencias se reflejan en lo que hemos hecho por otros. En lo que hemos reído. En las veces que hemos llorado. En los enfados, en los abrazos, en las sonrisas. De eso sí podemos estar completamente seguros. Podemos dudar del tiempo, podemos cuestionar su velocidad, pero no podemos escapar del amor y el sufrimiento. Sólo podemos estar seguros de todo aquello que carece medida. La bolita pensará que es absurdo y loco. Pero, ¿que me importan las horas, los minutos? ¿que me importan los segundos que mi corazón lleva latiendo, que mis ojos llevan escrutando el horizonte, que mis labios llevan sonriendo y besando? Me importa que late, que observan, que besan. Me importa lo que han hecho y no me importa cuando. No podemos tener la certeza de que lo seguirán haciendo, pero podemos saber que lo han hecho.
Hoy es 6 de febrero, pero no me importa. Puede que mañana también lo sea. O puede que tenga que esperar diez años para vivir de nuevo este momento. Sólo me importa que puedo reflejar mi existencia en ella, y ella la puede reflejar en mi. Ella tiene pequeños cachitos de mi vida, algunos sueltos, otros unidos entre ellos. Yo también los tengo de ella. Y un cumpleaños solo sirve para eso: para recordar que los guardaré, siempre conmigo, en el lugar mas secreto y mas preciado, donde las cosas no pueden medirse porque sobrepasan cualquier barrera.
Me gusto mucho lo que has escrito es muy emotivo solo no comprendo el final te felicito
ResponderEliminarEl tiempo no tiene vacaciones y sólo se vive una vez.
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