Cada inspiración era un paso más hacia la muerte. La vida se le escapaba cada vez que su pecho se hinchaba por debajo de las sábanas, y se marchaba por la ventana que dejaba entrar el aire helado. Los dedos arrugaban la seda de su camisón, pegado por el sudor a los muslos, y sus rodillas se doblaban recordando un placer ya perdido en los abismos de la nostalgia. La luz de la luna iluminaba sus labios entreabiertos y sus párpados cerrados,dibujaba sombras entre los pliegues de las mantas, se difuminaba entre los cristales de la lámpara de araña. En el silencio de la noche, solo se oía el frenético susurro de una respiración etrecortada. En el mundo etéreo que se esconde tras la piel que su alma habita, tras unos párpados cerrados que guardan con celo el universo de lo onírico, ella, inspirando y expirando, convierte vida y muerte en conceptos relativos.
Nada está demasiado cerca bajo la mirada de la luna.
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