jueves, 24 de febrero de 2011

Libro de la semana: Mentiras de mujeres


Liudmila Ulítskaya es una autora rusa poco conocida y Anagrama trae al país de las cuotas de igualdad de genero esta novela de sugerente título. Esta mujer nos dice que ellas mienten distinto. "A las mujeres sólo créeles la mitad," decía mi madre. Bueno, en realildad Liudmila es benévola con su sexo, ya que desde el mismo prólogo pregunta si se pueden comparar las grandes mentiras masculinas con las encantadores mentiras de las mujeres. La primera gran impostora conocida fue Penélope, que esperaba pacientemente a Odiseo, dúctil y evasiva ella, deshaciendo por la noche el trabajo que hiciera en el día. Zhenia es una mujer madura, casada, culta, de éxito. La nueva Rusia. Se encuentra con distintas mujeres que le cuentan historias que llegan a conmoverle, pero no son ciertas. ¿Por qué? En las mentiras de las mujeres no se adivina intención alguna, ni buena ni mala.
Pero, antes de que el libro termine sin pena ni gloria, la historia da un vuelco dramático.
Penélope carecía de una cualidad femenina: "el arte de la mentira. La mentira de las mujeres es una tema apasionante. Lo hacen todo de otra manera: piensan, sienten, sufren... y mienten de forma diferente."
Entonces, digo yo, ¿por qué esta obsesión con la igualdad? La ingeniería social en marcha se empeña en tratar igual al hombre que a la mujer, cuando somos totalmente diferentes. Hemos tenido esta semana una muestra, que se repite año tras año: la denuncia en la diferencia del salario pagado por el mismo trabajo.
La igualdad consiste en tratar situaciones iguales de igual idéntica, y situaciones diferentes de forma distinta.
Zhenia no es creyente, pero sus amigas más cercanas parecen estar marcadas por la religión, la suya, la católica -¡qué adorable idiota es Lilia Aptekman!-, la anglicana, la judía -su amiga Galia, se ha convertido al judaísmo y ahora se llama Hava. Rusia, el primer prototipo de sociedad atea que iba a redimir a la humanidad, se ha convertido.

- "¡Qué tontería!" diría Zhenia. Pero Hava no se rinde y le lee el Torá:
Te doy gracias, Rey vivo y existente, porque me has devuelto el alma con piedad."

Zhenia, fue un milagro.

Vale la pena.

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