Hay personas que abandonan su fe sin haberla conocido. Han oído hablar de un
Dios que prohíbe ciertas cosas y que promete la vida eterna a quienes le
obedecen. Pero no saben mucho más. Piensan en Cristo como alguien ausente y
lejano. Se han quedado en el “Niño de Belen”, el “Maestro Galileo” o el “Crucificado
del Calvario”.
Es normal que esa idea que tienen de la fe no les resulte
atractiva. No ven qué es lo que podrían ganar creyendo, ni qué les podría
aportar el evangelio, si no es toda una lista de obligaciones.
No sospechan que la fe del verdadero creyente se alimenta de
una experiencia que desde fuera no se puede conocer.
Como todo el mundo, también los creyentes saben lo que es el sufrimiento y la desgracia. Su fe no los dispensa de los problemas y dificultades de cada día pero les aporta una luz, un estímulo y un horizonte nuevo para no caer en la desesperación. No les libra del sufrimiento, pero sí de la pena de sufrir en vano.
Como todo el mundo, también los creyentes saben lo que es el sufrimiento y la desgracia. Su fe no los dispensa de los problemas y dificultades de cada día pero les aporta una luz, un estímulo y un horizonte nuevo para no caer en la desesperación. No les libra del sufrimiento, pero sí de la pena de sufrir en vano.
El creyente puede acoger la vida día a día como un regalo de
Dios. La vida no es puro azar; tampoco una lucha solitaria frente a las
adversidades. En el fondo mismo de la vida hay Alguien que cuida de nosotros.
A nadie olvida.
El creyente conoce también la alegría de saberse perdonado.
En medio de sus errores y mediocridad puede vivir la experiencia de la inmensa
comprensión de Dios. El creyente conoce su fragilidad pero su suerte es poder
sentirse renovado interiormente para comenzar siempre de nuevo una vida más
humana.
Creer en Jesucristo no es tener una opinión sobre él. Me han
hablado de él, tal vez he leído algo sobre su vida, me atrae su personalidad,
tengo una idea de su mensaje. No basta. Si quiero vivir una nueva experiencia
de lo que es creer en Cristo, tengo que movilizar todo mi mundo interior. El
camino es buscar, entrar en contacto con el mensaje de Jesús y conocer una manera nueva de
vivir.
Quien se pone en camino tras él comienza a recuperar la
alegría y la sensibilidad hacia los que sufren. Empieza a vivir con más verdad
y generosidad, con más sentido y esperanza. Cuando uno se encuentra con Jesús
tiene la sensación de que empieza por fin a vivir la vida desde su raíz. Jesús nos enseña a vivir desde un Dios que
quiere para nosotros lo mejor. Él nos abre un horizonte nuevo a nuestra vida, renueva
nuestro espíritu y nos desata de fuerzas para vivir.
Basado en:“El camino abierto por
Jesus” J.A. Pagola
No sé si el pragmatismo de la época que nos ha tocado vivir, o quizás el hecho de querer explicar todo lo que a nuestro alrededor sucede de una manera “científica". Probablemente ayuda la perspectiva que durante siglos la Iglesia nos ha querido transmitir de un Dios severo y castigador, alejada de la imagen de amor y comprensión que plasmó Jesucristo. En algunos casos también influye la educación religiosa que se da en las casas. El caso es que cada vez más gente a perdido la Fe, o simplemente no la ha tenido nunca. Cada vez más gente a dejado de creer en Dios. Pero, y quizás tan o más importante que el intentar recuperar esa creencia, lo verdaderamente hermoso de esta historia es que, aunque tú, tú, tú, el, ella, aquellos y los de más allá han dejado de creer en Dios Él sí cree en nosotros.
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