Sueño
Sueño con estar rodeado por tus brazos, y que tu cuerpo esté estampado en el mío, con tu pelo en mis dedos enredado y que mis labios, en sutiles trazos, se deslicen suave y lentamente por las sedosas curvas de tu cuello.
Sueño que tus ojos, mi dulce dama, me envuelven con su ambarina mirada. Con aspirar ese sutil aroma, del que tu piel dorada se adorna, y el cual, despierta en mí pasión de fuego.
También sueñan mis manos temblorosas en recorrer la silueta de tu cuerpo, con caricias mil años olvidadas, en busca de las cumbres de tus senos, para descender después presurosas por el terso valle de mis desvelos y cruzar a través de la planicie en la que dejó una marca indeleble el divino cordón con que naciste.
Sueñan también con alcanzar la tenue sombra que cubre la profunda y ardiente grieta, que recelosa, oculta el tesoro al que jamás ha podido alcanzar sin humillarse, ningún soberano.
Mientras sueño con alcanzar la gloria, me sacio con tan solo recibir el aliento de tus rojos labios en dulces besos.
No pretendo ser, sublime diosa, el único hombre que haya en tu vida y es por ello, que a tus pies, de rodillas y humillado, suplico me permitas, aunque solo sea por un momento, ser el primero en tu lista.
Manuel Rosendo Castro Iglesias
(04/mayo/2012)
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