lunes, 13 de junio de 2011

Reflexiones de la abuela: Todo fluye.

No he vuelto a escribir. Como que no me insipiro. Pero lo voy a intentar. Quiero aclarar que no hago borradores: es en el momento en que me lleno de recuerdos cuando empiezo a escribir. En la anterior entrada dejé mi historia a bordo de un tren que me llevaría desde Nueva York hasta San Luis Potosí. Cuando llegamos a San Luis estaba la familia esperándonos: mi padre estaba feliz, y me levantó en sus brazos. Yo parece que en ese mes de viaje no aprendí demasiados buenos modales, así que le puse mala cara, posiblemente preguntándome quien era ese tipo que me cargaba. Lo rechazé, y de nuevo a recibir descargas de nerviosismo en regaños y castigos. Pero mi padre me defendió y protegió. Seguramente le daría penita ver a su niña tan bruta. Aclaro que esto me lo contaron mis padres varias veces, y siempre acabábamos riendo. Yo escuchaba como mi padre le decía a mi madre: " mira cuanto ha cambiado la niña". Pero para ese cambio todavía faltaba tiempo. Desde que llegamos fueron cambios de un lado para otro. Pienso que fue duro para mis padres encontrar algo, pues aunque mi tío - al que le faltaba un brazo - tenía una muy buena situación, no tenía pensado ofrecernos ningún tipo de ayuda. Aquí comienzo a acordarme de algunas cosas: vivíamos en Irapuato, y recuerdo muy bien el portal de la casa. Cuando salíamos a dar un paseo por la calle empedrada y llena de polvo, siempre nos dirigíamos al centro del pueblito. Recuerdo un día que caminábamos hacia allí cuando vi unas cosas de colores en el aire, elevandose hacia el cielo. Yo quería una de esas cosas coloridas que tenían atadas a un cordón. Mis padres no me quisieron comprar el globo. Yo me tumbé en el suelo cuanb larga era, y pataleaba y gritaba, azotando mis piernas y brazos en el suelo, si no es que también la cabeza, pero mis padres seguían camiando, y yo por el rabillo del ojo los veía y me levantaba - ¿como era posible que me dejaran? - pero ellos volteaban, y yo de nuevo al suelo con mi berrinche.
Recuerdo que mi padre me subía a un camión enorme y me ponía al volante que era mas grande que yo. Papá en esa época era chofer y repartidor de refrescos del sidral Mundet - ya hablaré de este señor mas adelante-. Parece que después nos fuimos a vivir a León, en el estado de Guanajuato, pues llegó otro hermano de mi padre y sus dos hijos, un niño y una niña. Vivíamos en una casa muy grande, de dos patios. En el primerio mi tío, y en el segundo nosotros. Las habitaciones y cuartos estaban en fila: para entrar y salir de uno tenías que salir al patio, y en frente estaba la cocina y el comedor. Bueno, era un entradero y salidero, ya esta época la recuerdo muy bien. A partir de aquí lo recuerdo todo con claridad: a ver a ustedes que les parece. 

2 comentarios:

  1. Ha dibujado pinturas en mi mente, sus paisajes interiores y geográficos son claros. Me llevó de la mano como si estuviera leyendo un libro de novela.
    http://enfugayremolino.blogspot.com

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  2. Gracias, Laura, tus comentarios de dan animo para seguir escribiendo.

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