I: Estaré sentado cuando llegue la tarde.

Escribir sobre el pasado es cómo mentir. La escritura siempre tiene algo de mentira, pero es un engaño piadoso, imaginativo, en favor de la literatura. Pero cuando es del pasado de lo que se escribe, el engaño es personal, es mezquino, casi doloroso. Nos mentimos a nosotros mismos para evitarnos sufrir. Disfrazamos los recuerdos de poesía. Y así, los escondemos en un cajón y los guardamos para la posteridad: modificados y manipulados, pero felices. Cuando escribimos del pasado inventamos una nueva vida. Confundimos memoria con imaginación.

 Por ello, cuando escribo sobre Tessa casi nunca es verdad. La mayoría de las cosas que relato nunca sucedieron, o sucedieron de otra forma; eran más monótonas y mediocres, y por lo tanto, mas tristes e insignificantes. Si le pones lluvia a una despedida acentúas su tristeza, pero la haces bella, porque le añades sentimiento, fuerza, humanidad. Pero la mayoría de las despedidas tienen lugar en domingos soleados, o aburridos lunes nublados y grises. No hay manos apoyadas en el cristal del tren, ni manos cariñosas que esconden, tras un abrazo, cartas en el bolsillo de la chaqueta. Son un simple adiós. Después, todo sigue como siempre. O como nunca.

¿Cuando hablo de Tessa lo hago como nunca o como siempre? Probablemente como nunca. O puede que ya no lo sepa. La verdad y la mentira se entrelazan en mis recuerdos: la mentira complementa los huecos que deja lo real.

 Pero no tiene nada de malo, ¿verdad Tessa?. Ella también lo decía.  Decía que muchas veces recordamos cosas que nunca han sucedido. Yo le preguntaba como quería que la recordara :como era en realidad, o como yo quería que fuese. Por entonces ya sabía que nunca volvería a verla. Que desaparecería de mi vida como el humo de un incendio disolviéndose en las nubes. No me importa, me había dicho, pero no me olvides. Y yo prometí no hacerlo.

 Pero de algún modo la he olvidado. Era inevitable. Recuerdo el tacto de sus manos en mi cuello, el rugoso marrón de sus ojos, el sonido de su risa. Poco más. Sus facciones se han ido desdibujando. Al principio me angustiaba, intenaba desesperadamente retener sus rasgos, el contorno de sus ojos, la curva de su boca, el arco apuntado de sus cejas. Y aun así, con el tiempo, se fueron borrando, como si la contemplara a través de un espejo curvo, o reflejada en un charco.

 Le prometí a Tessa que nunca la olvidaría, pero lo hice. Así que me la he inventado. He dibujado su rostro en mi recuerdo. Y de la misma forma, disfrazé su historia, nuestra historia. Ella la llamaba suya, pero ahora yo la llamo nuestra.

 Pocas veces pienso en ella. Pero cuando lo hago, es como una explosión, como un río de magma que se derrama en mi interior y va recorriendo una a una todas las partes de mi cuerpo. Me viene a la mente, así, derrepente. Cualquier nimio detalle puede traerla de nuevo a mi. Puede ser una canción, aunque nunca escuché música con ella. Nunca me dijo cual era su canción favorita, o que grupos le gustaban. Y sin embargo, si me preguntas ahora, te diré que sin ninguna duda era  Sitting on the dock of the bay porque una vez la escuchamos juntos, viendo como atardecía en el puerto desde la terraza de una pequeña cafetería a la que siempre íbamos.Pero esa era simplemente una canción que escuché en la radio, mientras volvía del trabajo, y no se porqué, me recordó a ella. Y ahora la he convertido en su canción favorita. Es así de fácil.

Y es así cómo pienso contar todo aquello que fuimos: mintiendo. Voy a relatarlo paso por paso, desde el principio hasta el final, que en este caso, como en muchos otros, son lo mismo.

Voy a escribirlo como a ti te gusta, Tessa. Sin pararme demasiado en los detalles que no tienen importancia. Escribir y recordar es lo único que me queda. Para ti cada día será diferente. Pero yo seguiré igual. Como dice nuestra canción, estaré sentado cuando llegue la tarde. Mintiendo, Tessa, como siempre hemos mentido. Quizás, sólo asi, podremos entender lo que pasó. Atar cabos y respirar tranquilos. Entonces, sólo entonces, podremos perdonarnos.