![]() |
Palacio de Sisi, Viena |
Hace apenas un mes caminábamos por las calles de Roma sin saber exactamente a dónde nos dirigíamos, ni que nos encontraríamos unos segundos más tarde. Todo era nuevo ante nuestros ojos. Veinte días después del inicio de nuestra aventura por Europa, esa sensación de incertidumbre y aventura era ya familiar para nosotras. El instinto - que no siempre acertaba- y las ganas de vivir nuevas emociones condujeron nuestros pasos por infinitas calles, infinitas plazas, infinitos lugares en los que ahora una pequeña parte de nosotras sigue impregnada en el asfalto.
Juntas, paso a paso, éramos testigos de como diferentes partes del mundo, hasta entonces desconocidas, se mostraban ante nuestras jóvenes vidas en busca de una nueva interpretación, un nuevo análisis que únicamente nosotras podíamos hacer.
No le teníamos miedo a nada, nada nos preocupaba, cualquier problema se volvía pequeño cuando estábamos juntas. ¿De qué temer? Estabamos juntas, mano a mano, solas por Europa sin tener que dar explicaciones a nadie. Nada nos podía echar para atrás, durante esos días nada nos importaba mas que el momento que vivíamos. Cualquier momento era el momento perfecto, el tiempo fluía sin pasar por nuestras inocentes prespectivas acerca de una nueva realidad por conocer.
El bordillo de una acerca, o ya puestos la propia calle. Un banco cualquiera de una calle cualquiera de una ciudad cualquiera. Un vagón de un tren rumbo a alguna parte. El césped del primer parque que nos brindara un poco de sombra. Cualquier rincón del planeta era el escenario perfecto para reirnos de cualquier cosa, para compartir algún recuerdo o algún problema, para ponernos de acuerdo sobre cual sería nuestro próximo destino o cual sería la cena de aquella noche. El sitio era lo de menos, sólo nosotras podíamos hacer de el rincón más repugnante el momento más bonito.
Para mí, la clave del éxito, fueron las ganas de hacer cosas, las fuerzas para ir a dondequieraquesea, a la horaquesea, sin pensar en las consecuencias. Decir si aunque estuviéramos cansadas y hambrientas y tuviéramos frío/calor. No nos quejábamos, tan solo aceptábamos las cosas tal y como venían. No había problemas, simplemente eran pequeños obstáculos a los que les encontrábamos una solución. Daba igual que nos perdíeramos y nos desviáramos de nuestro rumbo, cualquier calle era una nueva calle por conocer, un nuevo rincón del mundo que ya no nos sería indiferente, un nuevo momento por vivir.
Recordando aquellos días, no encuentro palabras capaces de transmitr la felicidad que sentía en esos momentos. Julio del 2011 fue un conjunto de buenos momentos y buenas recuerdos que ya nadie nos puede arrebatar.
Podría únicamente centrarme en esos días, pero por suerte, puedo decir que esa sensación de alegría no me ha abandonado. En resumen, nuestros 28 dias de aventura, me han enseñado a sacar siempre el lado positivo de las cosas y no renunciar a ellas aunque aparentemente sean difíciles de conseguir.
esta vivencia es para toda la vida,de estos viajes se aprende mucho y se valoran las cosas que teneis sois muy afotunadas
ResponderEliminarLos días más felices de tu vida te acompañarán siempre. Si ese espíritu no te abandona, vendrán días más felices y momentos grandes. Entierra para siempre esa aburrida cantinela de "Todo tiempo pasado fue mejor."
ResponderEliminar