martes, 19 de julio de 2011

Vida de Don Quijote y Sancho

Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis.


Millán-Astray no era rival para Miguel de Unamuno, pero las apariencias engañan y, así fue aquél 12 de octubre de 1936, Fiesta de la raza. Ese día, en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, el fundador de la Legión española, cada vez más irritado en el acto que presidía su rector, Don Miguel de Unamuno, exclamó furioso: ¡Muera la intelectualidad traidora!

Cuando Graham Greene quiso visitar la tumba de Unamuno quedó impresionado por la indiferencia del empleado del panteón que sólo contestó: "¿Unamuno? Sí, la número 40."


Fue un intelectual extraordinario, miembro de la generación del 98, la que se preguntó la razón por la decadencia de su país, puesta dramática de manifiesto después de la derrota en la guerra hispano norteamericana de ese año.


Reinventó al inmortal Don Quijote. Cuando un profesor de la Universidad de California le preguntó por qué ponía en boca de Sancho palabras que en la célebre novela eran pronunciadas por el bachiller Sansón Carrasco, Unamuno le recordó amablemente que la novela de Cervantes se basa en el relato que de la vida del caballero andante hizo Cide Hamete Benengeli; que él tenía ese texto y, como Cervantes, pudo consultarlo directamente y que, en realidad, había sido Sancho, y no Sansón. Cervantes se equivocaba y él no.


Ha sido tantas veces leída, estudiada e interpretada, que el personaje de ficción tiene vida propia y es inmortal.


"Estoy harto de oír llamar inoportunas a las cosas más oportunas, a todo lo que corta la digestión de los hartos y enfurece a los tontos. ¿Qué se teme? ¿Que se trabe y se encienda la guerra civil de nuevo? ¡Mejor que mejor! Es lo que necesitamos.

Sí, es lo que necesitamos: una guerra civil. Es menester afirmar que deben ser y son yelmos las bacías y que se arme sobre ello pendencia como la que se armó en la venta."


Hoy se cumplen setenta y cinco años de la guerra civil española, la que con toda seguridad no quería para su patria. Al principio apoyó el alzamiento, pero no tardó en desengañarse. No fue el único. Seguramente Unamuno no pensaba en esa guerra civil pero, como el gran patriota que era, deseaba que su país despertara del largo letargo en el que permanecía postrada a comienzos del siglo XX.

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